Cannabis Habanera

Cannabis Habanera
Shagall en la Habana

sábado, 24 de abril de 2010

me mortifica la mañana

Mi dolor son estas palabras
Llenas de la falta de patria, amor y esperanza
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Último recurso de mis quejas
Vaga apreciación de la inestabilidad con que pretendo seguir viviendo
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Entonces para qué escribo
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que puede haber en este acto de purificador, cómo pretendo aislarme del ostracismo con que percibo el amanecer
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la soledad corroe mis entrañas me condena a escribir deprimido
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con la constante necesidad de abandonar, de cejar en el empeño
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pero algo me condena a producir estos agrios pensamientos
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algo insiste en que es el único modo de salir del espeso dolor que me embarga
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otro día simplón, otra mañana indiferente y sin razón
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otro día sin saber de ti
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no puedo renunciar porque de esta acción depende mi resistencia
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nada esta acomodado a mi gusto, tendría que hacer muchos movimientos para poder continuar.
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Me he cansado de las quejas de los adoctrinadores
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De las burlas y exigencia de los dioses
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Del malestar que me embarga
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Aquí van mis escupitajos sanguinolentos
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Mi rencor depurado en oraciones a la nada
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Mi renuncia al papel embellecedor de la vida
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La amargura como un paisaje desolado
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La fealdad de mis exigencias
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El desespero por saber de ti
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Aceptar este silencio invadido de la mediocre presencia de los ruidos ajenos
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La hostilidad de mi abstinencia
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La aceptación de la derrota contra el tiempo
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No puedo escribirte más, no me lo merezco, no quiero invadir el superfluo estado feliz de las cosas con mi acidez intelectual
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Siento que ya no tenemos nada en común, se ha desvanecido los puentes que estaba imaginando para llegar a ti.
Me asalta un dolor de cabeza, me molesta la presencia de los fantasma que de un momento a otro reclamarán mis insípidos comentarios
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Me duele escribir aburrido.
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Desesperado y herido de muerte
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Avasallado por tu ausencia
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El alma está mortificada y castiga al cuerpo obligándolo a escribir
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No me gusta esto, no debo escribir aquello otro, no me siento bien en aquella esquina, sobre esa cama, me duele el estomago de hambre, no tengo dinero para la bebida, no me gusta la calle en la que vivo, el cielo está gris, estoy a cien años luz de la Habana, como puedo pretender sentirme bien de alguna manera.
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Aunque no haya nada que decir, aunque el vicio de desentenderme de todo me ha llevado a un terreno engorroso de la soledad, donde hasta escribir es un acto pretencioso, donde mis ojos ya no se sienten a gusto con la luz, donde he desmerecido el derecho de hacer lo que mejor me sale, sigo en este arrogante ejercicio de acumular dolencias, quejidos como si compusiera una melodía para un piano roto y abandonado.
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Una playa desierta por favor.
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Aquí quedan los restos de este mortal mortificado y absurdo
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Sin derecho a convertirse en polvo, inoculado de esperanza
Vacio de amor y repleto vacuas reflexiones
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no me creo capaz de volver sobre mis propias huellas, sigo avanzando sobre este camino ajetreado e incómodo del mundo de los literatos, invado la privacidad de los eruditos, sin querer me apropio del amor desenfrenado de la luz solar
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eso es lo que me brota, me olvido de mis dolencias, y sigo andando bañado de la luz de ayer, aunque hoy el cuarto me parezca una prisión y la calle donde vivo el pasadizo del cadalso.
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Dejo ese humor de perros
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Trato de interpretar las cosas más ligeramente, sospecho que puedo alegrar el día con estas insinuaciones
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Estoy dispuesto a buscarte en cada detalle que aflore mientras escribo
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