Como era de esperar estoy en crisis, crisis de ideas, crisis absoluta de creatividad, lo único que me depara el destino es un aburrimiento prematuro, un silencio perpetuo donde ha de languidecer el alma del fallido poeta que ha querido salvar el accidentado proceso de existencia encomendado a la figura humana que represento.
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Mientras me acondiciono al caos que precede a una vejez de pobreza y soledad me dedico a almacenar los últimos destellos de ironía y humor lacónico desacostumbrado.
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No me queda otra alternativa que seguir escribiendo, acumulando información inservible, en el alcantarillado virtual del Internet, haciéndome el de la vista gorda ante la gran crisis que se ha desatado en estos últimos anos.
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Solo me resta despedirme antes de que colapsen los satélites, comience a destruirse por falta de atención la infraestructura y sobrevenga la escases de todo, el hambre será el campanazo final de la contienda.
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Después de digerir el pesimismo de un analista del fenómeno del peak del petróleo solo me da por pensar en la próxima nota, porque lo cierto es estoy escribiendo en plena ayuna, bueno no literalmente ayuna, ya recurrí al cafetazo mañanero y me jame (perdóname Pánfilo) dos suculentos Pastes hawaianos que son una especie de deliciosas empanadas con una masa parecida a los pastelitos de guayaba de antaño en la cafetería Karla, y que son algo muy tradicional de Pachuca, la bella airosa.
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De que me quejo entonces, barriga llena corazón contento.
Mi hambre es de otro tipo, suelo decirme, y como de hambre se trata me planteo la necesidad de escribir con el propósito de olvidar ese dolor secular que llevo clavado en la sien.
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Espero encontrar una ilustración que salve toda la basura que desvergonzadamente he escrito.
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