Toda mi vida ha consistido en un simulacro subliminal, he querido representar a medias el decoro de mi inconformidad pero sin resultados valiosos
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El cinismo con que frecuento el acto de juzgar a la sociedad se torna tedioso
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No me interesan estas palabras, más bien las redacto desentendiéndome de la responsabilidad que representa publicarlas
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El acto hipócrita de proferir sentencias que no se acomoden al pensamiento analítico
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Estupideces invencibles deterioradas por la simulación lúdica.
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El tedio ha demacrado el semblante de estas meditaciones
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Merezco la pena máxima, no cabe dudas de que han dejado de gustarme los colores de la ilusión.
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Puedo seguir, pero no sé cómo describir que vomito sobre los principios en los que he erigido mi conducta básica.
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¿Será que me falta la droga?
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