Cannabis Habanera

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Shagall en la Habana

domingo, 2 de mayo de 2010

"datos en desorden"

Comienzo con la intención de destruir lo que me rodea, destruir esta voz interna que me susurra la ineptitud de mi estado de ánimo, la predisposición siquiera a escribir.


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No renuncio de plano porque es obsesivo el dolor o la angustia que me aqueja, es parte de una locura antigua que se fortalece con el transcurso del tiempo

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no puedo pensar mejor, se lo peligroso que puede ser continuar arriesgándome a plasmar esta etapa gris de la vida, pero por algo me obligo a escribirlo, porque de alguna manera esto ha de tener un sentido humano, una confesión enfermiza desde el punto más profundo y oscuro de mi depresión

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pero depresión por qué, le dice el psicoanalista y le cita una lista interminable de ejemplos de héroes ciegos, lisiados accidentados que han logrado sacar su vida adelante, con todas sus dificultades y son valiosos ejemplos de amantes eternos de la vida.

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El señor que vive en mi conciencia escucha detenidamente todas las consultas, y se esfuma sin llegar a una conclusión inmediata.

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Como un pez moribundo toma el metro, reteniendo el poco oxígeno que ha podido llegar a su cerebro.

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Se le arma una frase en la cabeza que se esfuma rápidamente.

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Cuando llega a la casa trata de escribir con la esperanza de recuperar aquella frase que lo motivó a olvidar sus deficiencias respiratoria

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Pasa minutos interminables sin colocar una palabra, frustrado sabiendo que una vez más ha perdido una imagen que pudo cambiar su desazón

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No había frase en mi cabeza, solo una obligación, solo una manera de sentenciar mi incapacidad para volver a empezar, para aceptar nuevamente esta interminable prueba de vida que tanto le cuesta.

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No es un héroe, no tiene un fundamento específico de lo que simplemente es, de lo único que está consciente es que no es un pez moribundo y plateado tomando metros en el D.F.

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Saturado de tantos reclamos, lamentos y asfixia prefiero ignorarme por un rato y comenzar a escribir sobre tipos destartalados que he representado en algunos momentos maniacos de mi vida.

Cuando aceptó que sufría trastornos bipolares ligados al asma, supo que su vida pendía de un hilo, entonces a pesar de los costosos tratamientos una enfermedad y sus medicinas lo hacían caer en la otra, y este era un proceso interminable.

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Acordamos tocar el tema como un fenómeno que podía reflejarse desde un punto de vista creativo

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Así fue como creamos: “Del diario de un Director de Cine loco” porque coincidíamos en la necesidad de crear este libro que sirviera como base a un guión cinematográfico, donde pudiéramos reflejar aquel cine que queríamos realizar en los años 80

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En un mundo circunscrito al régimen de su cultura, aquella película abordaba un tema ajeno al amplio espectro abarcado por las cuatro paredes del castillo cultural donde nos habíamos propuesto indagar un submundo enfermizo y muy particular de un artista cinematográfico

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Lo conocimos meses antes de que falleciera de un ataque de asma, solo en un cuarto de su casa en el Vedado, rodeado de manuscritos, rollos de película sin revelar e infinidad de bocetos de lo que podían ser variaciones de un mismo y obsesivo plano

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Su madre nos dejó penetrar en el mundo de su hijo, nos permitió entrar en su cuarto y dejar que revisáramos todo lo que había dejado en un desorden típico de un deteriorado asmático bipolar.

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Allí encontramos una ciudad de fantasmas que eran representados por el mismo actor.

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La guarida de un cineasta que actuaba como alquimista de un proceso de depauperación en la determinación psíquica de su bipolar personaje.

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Una foto del personaje de la muerte de “El Septimo Sello” de Igmar Bermang estaba colocada en la cabecera de su cama.

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Un altar de santos católicos y yorubas, mezclado con una serie de fotos de directores de cine y escritores, permanecía oculto tras la puerta del cuarto.

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Varios cajones contenían la correspondencia del señor Nomar con su amigo JKTelles,

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Varias cámaras de 8 y 16 mm, una moviola de super 8, y par de proyectores uno de 16 y otro de 8 mm

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Yo soy el suicida- decía en un texto- como un kamikaze salgo todos los días a caminar desde la rampa hasta 23 y 12 a realizar mi trabajo de asistente de dirección en largometrajes de ficción.

Voy arrastrando el alma como puedo pensando que no llegaré nunca o no regresaré jamás

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Si pudiera filmar el agónico esfuerzo que hago en esta caminata tendría que someter a un angustioso plano secuencia fuera de foco con una voz en off trillada por la respiración asmática.

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